El Yoga y su poder para transformar vidas
Comencé a practicar yoga desde hace 15 años, después de la muerte de mi padre. En ese tiempo la tristeza, el miedo y la ansiedad controlaban mi corazón, cómo no podía dormir asistía al gimnasio a primera hora, apenas aperturaban.
Un día después de salir de una clase spinning, llamo mi atención una clase de yoga, vi a los estudiantes pararse de cabeza, así que quise ir a probar. Para mi sorpresa no lograba hacer nada, era cero flexible, no tenía fuerza y cuando el profesor caminaba cerca de mi mat me moría de miedo. Realizando savasana que es la última postura, sentí muchas emociones encontradas y terminé llorando, ahí mismo en mi mat. ¡Que pena!.
Al terminar la clase me fui convencida de que nunca regresaría a una clase de yoga y que definitivamente el yoga no era para mí.
Pero esa noche pasó algo que no lograba desde hace mucho tiempo. Esa noche pude dormir. Dormí tan profundo que me despertó el sonido de la alarma a lo lejos. Me sentía liviana como si me hubiera quitado un peso de encima. Comencé a recordar que había hecho diferente el día anterior para sentirme así y lo único diferente era esa clase de yoga. Me quería sentir así todos los días. Así que decidí regresar.
Comencé a ir a clases grupales lunes y miércoles, luego asistí a clases privadas, empecé a leer muchos libros sobre el tema, meterme de lleno en la meditación y en el reiki. En resumen, todo era yoga para mí. Estoy segura que tenía harta con el tema a más de una amiga. Recuerdo que, al reunirme con mis amigas a tomar vino, no perdía la oportunidad de entusiasmarlas con la idea de enseñarles a pararse de cabeza. Quería que todos practicaran yoga.
El yoga se convirtió en mi terapia
Comencé a practicar yoga a mis 28 años de edad, nunca había practicado yoga en mi vida. No tenía historia en gimnasia, ni ballet, no tenía técnica, no podía hacer nada, ni sabía nada al respecto. Lo único que tenía claro era lo bien que me sentía al terminar cada clase, lo liviana que me sentía, la energía y el buen humor que tenía el resto de mi día. Calmaba mi ansiedad y me ayudaba a dormir. La verdad es que me quería sentir así todos los días de mi vida. Lo que si tenía era corazón y voluntad para aprender cada día un poco más.
Cuando practicaba me desahogaba a través de las asanas posturas, comencé a canalizar mis miedos en el mat para hacerme fuerte y mi cuerpo comenzó a responder. Mis hábitos comenzaron a cambiar, incluso mi alimentación. Mi mente comenzó a calmarse y mi corazón comenzó a sanar.
El yoga sin darme cuenta se convirtió en mi terapia. Y mi vida comenzó a cambiar.
Así fue como comencé a practicar yoga. Lo que me impulso fue el reto físico de hacer la parada de cabeza y lo que me ha mantenido practicando al largo de estos 15 años es el cambio emocional que el yoga trajo a mi vida.
Pensar que en tu primera clase de yoga vas a poder hacer todo es común, pero casi imposible. La práctica siempre te va a costar y de eso se trata, de constantemente salir de tu zona de confort, avanzar, no conformarte y disfrutar del lugar donde estás en tu práctica, porque es el lugar donde sientes que debes estar. El camino para llegar a la postura es lo que va hacer el cambio en tu cuerpo y se va a reflejar en tu mente.
Practica sin expectativas y vive la experiencia.
Namaste.